sábado, 30 de abril de 2011

Ese gran pedazo de la historia de Europa

PARÍS,  y sus recuerdos.
Para empezar, París para mí es otra de esas ciudades en la que nos parece hacer estado antes pues todos hemos visto imágenes de la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo y Notre Dame. Esto no quiere decir que no nos pique el gusanillo de ver todos estos lugares famosos, sino que este picor se ve acentuado por ver "in situ" todo eso que sabemos que está ahí a nuestro alcance y queremos ver con nuestros propios ojos.
Un agradable paseo puede ser partir del Louvre y, cruzando los jardines de Tullerías, llegar hasta la Plaza de la Concordia y, si nos apetece, continuar andando hasta el Arco del triunfo recorriendo a pie los Campos Elíseos. 
El Louvre nos ofrece, además de un precioso conjunto arquitectónico con sus fuentes y la conocida pirámide de cristal, que acaba de hacer, ahora en el mes de abril, 25 años que se colocó, una fascinante colección pictórica de la cual yo destaco la famosa Mona Lisa de Leonardo.
El jardín de Tullerías no tiene, la verdad, ningún atractivo especial, salvo el de servir de camino de enlace entre el Louvre y la Plaza de la Concordia, desde la cual se nos ofrece una magnífica panorámica de los Campos Elíseos con el Arco del Triunfo al fondo. Es famoso su obelisco central y las dos fuentes que lo flanquean.
Recorrer los Campos Elíseos resulta un placer, no sólo por las tiendas que hay a lo largo de ellos, sino también porque, en días de mucho sol, los árboles que adornan sus orillas ofrecen al viajero continua sombra que hace más llevadero el trayecto.
Al final de los Campos Elíseos, al lado opuesto a la Plaza de la Concordia, se encuentra el famoso Arco del Triunfo que alberga a sus pies la tumba del soldado desconocido en la que no faltan nunca las ofrendas florales. Se puede acceder a la azotea del arco a través de unas escaleras interiores y, una vez allí, tenemos unas magníficas vistas de los Campos Elíseos por un lado, y del Arca de la Fraternidad que es un gigantesco cubo vacío que se encuentra en la zona más moderna de París, donde se alzan la mayoría de los rascacielos de la ciudad.
También podemos ver desde la azotea del Arco del Triunfo la Torre Eiffel y,a lo lejos, en lo alto del barrio de Montmartre, la iglesia del Sagrado Corazón. (es precioso de noche)
El río Sena es un buen vehículo para hacerse una idea preliminar de dónde se encuentran los principales lugares de interés de la ciudad, que, practicamente todos ellos se ubican en las orillas del río. Los barcos que recorren el río (bateux-mouches) son de diversos tipos y tenemos desde los que cuentan sólo con asientos para contemplar cómodamente las vistas, hasta los que son auténticos restaurantes flotantes que ofrecen música en directo para amenizar la velada.
La Torre Eiffel, quizá el símbolo más universal de la ciudad, impresiona al contemplarla desde sus pies. Se puede acceder a la torre bien a través de ascensores o bien a través de escaleras peatonales, sistema que no recomiendo pues, aunque parece tarea sencilla el subir hasta su primer piso, la cantidad de escaleras a salvar es considerable. En sus pisos la torre cuenta con tiendas y restaurantes y las vistas que ofrece de la ciudad son magníficas. Visita inexcusable es la que incluye contemplar la torre iluminada por la noche, que constituye todo un espectáculo digno de ver. La mejor forma de verla es desde lejos y existen puntos de la ciudad en las que se puede contemplar de forma extraordinaria.
Relativamente cerca de la Torre Eiffel se encuentran los Inválidos, edificio que alberga la tumba de Napoleón y que merece la pena ver por su interés histórico.
Ya en la zona de Montmartre nos encontramos con el famoso Moulin Rouge y, en su parte más alta, el Sagrado Corazón, desde donde se tienen unas vistas espectaculares de toda la ciudad.
No puede faltar tampoco la visita a Notre Dame y al Hotel de Ville (Ayuntamiento) que se encuentran a un paso el uno del otro, así como la Sorbona y el Centro Pompidou (ver por fuera) y sus alrededores.
Notre Dame no sólo merece la pena verla por fuera con sus gárgolas, etc, sino que, las vistas de la ciudad y del Sena desde lo alto de sus torres es magnífica. Y ya que hemos subido todas esas escaleras para llegar hasta lo alto, por qué no visitar su campanario pudiendo incluso tocar (no tañer) una de sus magníficas campanas, allí podremos retrotraernos hasta la época en que se ambienta la famosa novela de Víctor Hugo "El Jorobado de Notre Dame". (recordando la casa del entrañable personaje de la película de Disney)

En definitiva, una ciudad para visitar, revisitar y seguir deseando volver.


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